Ahora sólo se oye el silencio, pero tus ojos se me clavan como puñales, bien adentro y siento miedo.
Jamás imaginé tal final en esta historia. Y aquí estoy, llorando a oscuras. Temblando en mi habitación.
Y el silencio…oigo tus gritos cada vez más fuertes, amenazantes; fríos como el hielo.
Una noche más vuelvo a despertarme sudando, con el recuerdo de tus manos hirientes, antes deseadas, que me golpean fuertemente.
Y yo no entiendo nada. No entiendo cómo unas manos tan dulces pueden ser cortantes. Cómo las mismas manos pueden amar y odiar, acariciar y golpear, hacer gozar y hacer llorar.
Me siento tan sola…Las paredes me aplastan y lo único que quiero es huir, pero no me atrevo, siento miedo.
Me duele recordar tus besos, que mienten, que saben a otros labios.
Odio quererte y quiero odiarte, pero no me atrevo; siento miedo.
Miedo de ti, miedo de mi; miedo a tanta soledad, miedo a la muerte.
Vuelvo a ti y pareces cambiado.
Una vez más imagino que vuelvo a tu lado y caigo en tus garras.
Una vez más me engaño y me engañas.
Cómo salir de este agujero. Cómo evitar que se me quiebre la voz y se humedezcan los ojos al recordarte.
Cómo seguir adelante, cómo olvidarte…
Siento frío; frío que mata, frío que no acompaña, frío que quiebra y no abraza.
Cierro los ojos y, al volver el silencio, sueño.
Teresa Deltell Colomer